jueves, 1 de agosto de 2013

VIVIR CON MI PUEBLO FUKUSHIMA EN MADRID

Habrá muchas persona que piensen
'Todavia este gilipolla sigue escribiendo. Hasta cuándo lo hará. ¿Para qué?'
Sobre todo mis amigos. ¡Cabrónes!
No. Es una broma. Mis amigos de aquí siempre me apoyan de una forma u otra.
Me está gustando que me diga alguno 'Eres un Japonés de míerdad'.


En las prensas de mi pueblo ahora solo hablan del agua contaminada que vierte la central nuclear accidentado. 
Un diablo llamado ESTRONCIO. Y más.
Para ellos, sobre todo para los pescadores de nuestra costa es como si estuviera viendo el fin de su mar. El mar que les daba la vida al menos hasta la mañan del 11 de Marzo del 2011. Será dificil ver cómo termina la pelicula.
Sólo espero que no pierdan la calma interior que deben tener un Japonés.

La plaza de Ciberes. Actualmente es el ayuntamiento de Madrid.
Hace más de 23 años lo ví por primera vez. Me impactó la solemnidad del edificio que su tamaño casi no cabía a mi vista.
En ese momento pensé  'Menos mal que nuestros antecedentes cerró el país.'
Del 1639 al 1854 aislado del mundo exterior. 28 años después de haber venido el primer embajador Japonés Hasekura de Sendai, entonces el territorio de Date que había tenido mucho daño por el gran Tsunami de Keicho en 1611. Estuvieron en el Baticano tambien.
Si a mí impresionó tanto el edificio del correo central aquella epoca, Hace 400 años les debieron de impresionar mucho más los edificios de Europa. Suficiente para que se acojonen.
En mi país en el siglo 17 los edificios estaban hechos de madela seguramente.


La diferencia del paisaje es evidente.
Es el pequeño santuario de la zona muy afectada de Tsunami, Hisanohama, el municipio vecino de nuestra casa. Superviviente del desastre. Increíble.

El cielo azul de Madrid sigue hasta Fukushima. 
El pensamiento mío llega hasta Fukushima.
El dolor de Fukushima me llega a mí.

Hemos ensuciado demasiado la naturaleza. El aire, el mar, los montes y los seres vivos.
Es una avería inreparable mientras vivamos.

Lo tengo claro.
Seguiré escribiendo aunque se rián otras personas.
No sabrán hasta que no les pase lo mismo que nos pasó a nosotros.
¡Ójala que no repita en ningun lugar de la tierra!
Por lo menos tenemos obligación de asegurar un mundo mejor para los niños.    

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